Vivimos un tiempo dominado por la velocidad y por reto de tener que aprender muy rápido, debido principalmente al conjunto de transformaciones que se suceden y cuyos cambios afectan a nuestro modelo social, situándonos ante una encrucijada cultural difícil de predecir, pero que sin duda abrirá nuevos campos a la creación. Resulta fácil advertir cómo en un período de treinta años (los que han visto recuperar y evolucionar las celebraciones carnavalescas en nuestra provincia) nosotros seamos los individuos más sometidos a variaciones de método para hacer las cosas por la gran conexión de cambios tecnológicos que se han producido y que, entre otras repercusiones, ha favorecido la igualación e imitación de los modelos culturales, y en muchos casos, el repliegue o la desorientación de las tradiciones más consolidadas.
Las décadas transcurridas y el actual período resultan claves. La Historia nos ha demostrado que las evoluciones tecnológicas acaban por modificar el conjunto de nuestras vidas, ya que con estos cambios, se producen transformaciones sociales, de usos y costumbres de gran repercusión, que nos obliga (y fuerza a pueblos y comunidades) a desarrollar una amplia capacidad de adaptación y cuyas consecuencias, desde el punto de vista de la cultura, resultan imprevisibles. Por todo ello, la recuperación de la fiesta del carnaval en Málaga en 1979 y su gran evolución hasta hoy, supone una referencia cultural y social de primer orden que ha favorecido, no solo restablecer una vieja tradición y adaptarla al presente, sino lo que es más significativo, favorecer desde la indudable capacidad creativa que el carnaval ofrece a sus festejantes, un espacio en el que ampliar sus propias formas y salir de los límites de las antiguas carnestolendas, recomponiéndose en una nueva celebración ajustada a las demandas actuales.
Las singularidades de la fiesta en Andalucía y su mayor vínculo entre disfraz y copla carnavalesca, es decir, representación y pensamiento popular (individual y colectivo) frente a la actualidad; ha facilitado su adaptación al momento actual de crisis de valores e ideas en el que predomina el escepticismo, por una forma de conciencia que está en su origen y que mejor está expresando las actuales vicisitudes, acercándonos al conocimiento de los que somos desde la comicidad y la reflexión crítica. Si bien, éste no ha sido el mayor logro de la fiesta, sino mostrar sus posibilidades de integración del talento y la creatividad individual para alejarse del concepto de tradición y acercarse al de cultura, es decir, al de una manifestación viva y en constante renovación y adaptación.
El historiador Caro Baroja señalaba en 1985 sobre las posibilidades de recuperación de la fiesta del carnaval, que tal propósito debía encararse como una recuperación cultural. Y así ha sido en Málaga y provincia durante los últimos treinta años, completándose con acierto la etapa de aprendizaje necesaria para garantizar el futuro. Hoy, sobre la base de su renovación anual de contenidos (disfraces, temáticas, personajes, dioses, coplas…) la fiesta ha logrado proyectarse hacia la ciudadanía malagueña como una opción cultural nueva, debido a la demostración de sus posibilidades complementarias frente a las limitaciones (y la decadencia popular) de los demás géneros basados también en la estética y en la creación verbal (poesía, novela, teatro, entre otros) como catalizadores de las creencias de la sociedad actual. Pero no ha sido fácil. Han sido necesarias tres décadas y un contexto de libertad, para que la suma de esfuerzos individuales e institucionales permitiera la asimilación de las enormes posibilidades de la expresión carnavalesca y cuyo mayor provecho sea haber logrado la incorporación de su retórica, sirviéndose de su carácter artístico, al pensamiento popular actual.
El carnaval es hoy admitido como cultura, un cambio muy significativo, no porque haya perdido el conjunto de sus antiquísimas identidades, sino porque ha sabido adaptarse a la sociedad del desorden, la simulación y la máscara diaria, estableciendo numerosos vínculos con todas las manifestaciones sociales, sean o no artísticas; y facilitando un mejor conocimiento de nuestro entorno por su capacidad de respuesta (cultural) frente a los acontecimientos, sobre los que no pretende realizar una fotografía, sino una interpretación. Y es cultura en Málaga, teniendo en cuenta su recuperación en 1979 tras el período de evolución que uniría copla y celebración, y que comprende desde 1853 a 1936 en Málaga; por ser parte ya de un conjunto de valores y rasgos compartidos. Esto es, una actividad humana bien definida entre lo popular, lo serio y lo festivo, preparada para ser una herencia cultural, preveo, moldeable a cualquier metamorfosis que el futuro nos depare.
La actual transformación cultural se diferencia de la de épocas pasadas por la gran capacidad tecnológica disponible y la velocidad con la que se expande. Y la garantía del carnaval en nuestra ciudad es no haber sido fruto de una propuesta política sino de la voluntad espontánea del colectivo de malagueños que la han protagonizado y desarrollado hasta dar con unas formas de expresión cuyos valores hoy son reconocidos y empleados por el conjunto de la ciudadanía. Un éxito cultural que en Málaga no es un milagro pequeño.
DAVID DELFÍN
Publicado en DIARIO SUR el Lunes 21 de febrero de 2011. Sección LA TRIBUNA con el título de El Carnaval, una recuperación cultural.
http://www.diariosur.es/v/20110221/opinion/carnaval-recuperacion-cultura...