Crecieron entre disfraces y coplas empapados de una visión más abierta, liberal y comprometida con su entorno que otros niños de 1980 y de los años inmediatamente posteriores. Formaron parte de las murgas infantiles La Corte Joven del César (1980) y Los Minicolonos (1981), o participaron junto a los adultos de forma destacada. Recordemos a Emilio Aguilar (Los Molineros, 1981), a David Hernández (Los Tumbaitos, 1983), a aquella niña inolvidable de Los Marenguitos (1983), o los de la murga infantil titulada Carnaval-83 (1984) integrada, entre otros, por Curri, José y Rubén Gallego, Antonio Carlos y Francisco Rojas. Unos niños que mientras acompañaban a sus padres en la nueva aventura del carnaval en Málaga, aprendían a vestir de comicidad y reflexión los asuntos ciudadanos de que solían ocuparse las murgas, descubriendo a esa edad una parte importante de la realidad social y cultural de su propio tiempo que probablemente nadie se ocupaba de explicarles en sus colegios. Algunos de aquellos niños son hoy las voces de la fiesta. Desde los años 90 la Fundación ha tratado de mimar a los grupos infantiles como piezas claves para el futuro y en el contexto de la dimensión de nuestro carnaval. Me permito subrayar la labor de López Soriano en Alhaurín El Grande, y en la capital, la de Miguel González y, especialmente, la enorme vocación formadora de Paqui Prieto. "Cuántas noches yo soñaba, que iba en su murga con el disfraz, que me hicieron igual que el de él... y al fin llegó, mi gran oportunidad todo gracias a ti, por eso ahora quiero dedicar, estas letras a nuestros mayores, te prometo continuar, luchando por tu carnaval" (En el quiosco te espero, 1992). A la niñez le sienta bien cualquier aprendizaje y más si logra al mismo tiempo hacer reír y hacer pensar a sus pequeños festejantes.