Me solicita el director de carnavaldemalaga.com que escriba sobre Miguel Ángel Crespo, para que entre todos le animemos y se recupere; y confirmo que ningún otro texto sobre la fiesta en Málaga y sus protagonistas de los que he escrito y escribiré me resulta más satisfactorio que éste.
Ya no tengo dudas de que la fiesta en Málaga es una celebración en la que todos aportamos: los organizadores, los grupos, los dioses, los incondicionales, los empleados de los teatros, los integrantes de las comisiones de trabajo de la Fundación, la prensa y sus colaboradores…, todos; y aunque las responsabilidades y las aportaciones son cualitativamente distintas, todas son importantes y necesarias; todas merecen el ánimo y la consideración de los demás. Siempre me ha preocupado esa tristeza o desazón de Rafael Acejo, Pepelu Ramos, o el propio Crespo; tras concluir un carnaval y como máximos responsables de la organización, ante aquello que salió mal, apenas nada; o aquel malentendido con algún grupo…, después de un carnaval brillante y meritorio en su conjunto; como si esas pequeñas cosas tuvieran siempre que empañar todos sus esfuerzos y los de sus equipos en la Junta, las horas y horas de trabajo durante meses, la imaginación puesta al servicio de una fiesta que en Málaga no existiría sin ese trabajo y todos estos esfuerzos personales sobre los que no suele existir reconocimiento. Lo hago yo ahora y una vez más.
Miguel Ángel Crespo es todos los carnavales, los suyos, los de la fiesta en la ciudad, y los yo he vivido desde que tengo memoria de la fiesta. El primer recuerdo que tengo de Miguel Ángel lo sitúo en la Peña El Racimo de calle Dos Aceras, a fines del año 81, cuando yo tenía 12 años. Los integrantes de la murga Los Niños de la Miga (Paco Melero, los hermanos Alcaide….) se preparaban para actuar disfrazándose y maquillándose en el altillo de la peña, y allí estaba yo observando aquella liturgia en el que unos amigos de mi familia hacían carnaval fuera de su tiempo. Creo que tras aquella actuación y tras saborear aquel ambiente, el carnaval me atrapó hasta hoy. Porque a Miguel Ángel Crespo lo encontró el carnaval en el ambiente peñístico de los primeros años; de donde la fiesta tanto se nutrió en su nueva etapa; y, a partir de este momento, siempre ha sido una referencia en mis recuerdos sobre la fiesta.
Los Niños de la Miga fue más que una murga, fue un grupo que hizo carnaval en los primeros años con toda la generosidad de aquellos comienzos cuando se actuaba todo el año en las peñas, se organizaban festivales, se cantaban villancicos por Navidad (las pastorales que Miguel Ángel tanto añora, y que según él fueron el germen de algunos grupos al comienzo de la fiesta recuperada); había comidas de hermandad, e incluso, esta murga llegó a organizar una acción solidaria de recolecta de víveres y alimentos para los ancianos del Asilo de Los Ángeles por los barrios donde eran muy conocidos. Porque Los Niños de la Miga no fue sólo una murga para hacer reír, sino también para llamar la atención sobre asuntos que mejorar o que reivindicar (una tradición por “lo serio” en las coplas murguistas que se inició entonces y que aún perdura). Sí, Los Niños de la Miga fueron más que una murga, fue el empeño de unos malagueños por recuperar esa fiesta de la que tanto le había hablado el padre de Miguel Ángel, el recuerdo de aquellas murgas republicanas de Capuchinos y las coplas del Bollero…; como otros murguistas de los primeros años, Miguel Ángel sabía que la fiesta en Málaga tenía que ser una realidad y por ello lucharon como mejor podían, dando ejemplo: grupos, disfraces, coplas… Con Margarita Alcaide diseñó y confeccionó el disfraz de diablo para Manuel Ruiz el Papa, Dios Momo de 1981; había escrito buena parte de las letras de la murga; y ya era una referencia para la fiesta en una ciudad en la que ésta se alzaba casi como un milagro cultural retomado tras casi 40 años de ausencia, una realidad que deberá ser entendida alguna vez por alguna corporación municipal con altura para ello. Un paso necesario y que dieron otros muchos como Miguel Ángel para que hoy la fiesta sea un bien cultural de primer orden e imparable.
Tras los dos años de Los Niños de la Miga, Miguel Ángel sacaría Los Angelitos de la Noche, en la que acentúo ese carácter grave (acomparsado lo definiríamos hoy) de su murga, entendida como una familia que le cantaba a Málaga; y que tendría sus mejores frutos los años siguientes con la Murga Los Pitufos (1984) y los Chiqui-Chocas (1985) con el que alcanzó el primer premio (una murga que como siempre le he recordado a Miguel Ángel entre bromas, no tenía estribillo). Unos años en lo que el carnaval evolucionó deprisa en todos sus ámbitos (disfraces, grupos, coplas, dioses, calle, organización…) y en los que estoy seguro que Miguel Ángel encontró su lugar para todos los carnavales que vendrían después, como diseñador y como promotor, entre otros, de la organización eficiente y regulada de la fiesta (así había que hacérselo comprender al Concejal Curro Flores); y luego en Amigos del Carnaval y con Luis Melero, Fernández Viñán, Juan Zafra, Rafael Acejo, y, más tarde en la Fundación. Siempre ha habido mucho que hacer y ahí continúa trabajando Miguel Ángel desde el principio, sin tregua ni descanso.
Como diseñador y tras afrontar el resto de disfrazar a sus propios grupos, sin duda fue consciente de lo que podía aportar: su ingenio murguista. Porque Miguel Ángel ha sido el diseñador que mejor ha sabido llevar el mensaje murguista a los grupos que ha vestido durante dos décadas. Inolvidable fue en los años noventa esa competencia no declarada que existió entre sus diseños y los de Rafael Ríos, éste último más certero y orientado a la modalidad de comparsa; años hubo en los que la Final de grupos, estuvo vestida casi exclusivamente por Miguel Ángel y Rafael, alcanzándose una calidad que será difícil superar, pero que sobre todo sirvió para enseñar el lenguaje del disfraz en los grupos y su importancia; algo que hoy está asumido, pero que había que hacer y poner sobre las tablas y en la calle.
Y como parte activa de la organización, a Miguel Ángel le reconozco una labor en los 80 y los 90, que creo que resume todos los carnavales que lleva dentro, lo que ha hecho, hace y hará en la fiesta; y que resumo en la siguiente imagen: todas las noches de todos los días del concurso en muchísimos años entre las bambalinas del teatro Alameda, la sala Falla o el Cervantes, arropando a los grupos antes de salir (hubieran sido o no vestidos por su taller), colocándolos en la escena, aconsejándoles, ajustado sus disfraces, haciendo de figurante, ayudando con el decorado… y tras abrirse el telón mientras actuaba, corrigiendo su posición, animando a los grupos de la provincia y los de la capital; y tras caer el telón, felicitando o animando a los grupos… Cientos de noches así que yo he observado desde mi posición la radio o la televisión locales, también entre bambalinas, admirado por esa labor “oscura” a la que se entregaba sin reservas y que reconocerán quienes lean estas líneas y fueron ayudados por él, en esos momentos de la fiesta (los 80 y los 90) en los que todos aprendíamos de todos, y donde la fiesta nos atrapaba, cada uno en su lugar, cada uno aportando lo que podía para festejar todos los carnavales, los carnavales que pasaron y los que vinieron.
Miguel Ángel Crespo es el carnaval y por esta razón la celebración en Málaga no podría entenderse sin él y quienes como él (a los que no cito por no olvidarme de nadie, pero que ellos saben quiénes son) ofrecen cada día lo mejor de sí mismos a la fiesta; y a los que debo mi reconocimiento. Lo he hecho muchas veces y vuelvo a hacerlo ahora. Miguel Ángel Crespo es todos los carnavales y para que no se olvide, aquí, al menos, lo escribo yo. Ánimo.
DAVID DELFÍN
Torremolinos, 12 de marzo de 2006