<p>La tercera preliminar del concurso de canto de Carnaval de Málaga puso en evidencia que la fiesta popular que define a febrero encierra paradojas que merecen la pena reseñar. Dos murgas jóvenes que necesitan el calor del público tuvieron que actuar curiosamente por sorteo en los últimos puestos de una fría noche en el Teatro Alameda. Además ambas coincidieron en un tipo (personaje) que en principio no invita a la guasa. Claro que para eso está el carnaval para invertir el orden de las cosas. <br />
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Quién da la vez son almas que esperan sentencia a las puertas del purgatorio y El alma de la fiesta encarna a alguien que acaba de morir y está en el tránsito de subir al cielo. Trabajada puesta escena de la primera y un estribillo muy peculiar de la segunda en el que se advierte que el caldito de pintarroja (plato muy malagueño) resucita.<br />
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La comparsa de Marbella también jugó magistralmente a la contradicción. Se denomina Los grandes y va de hombres diminutos; eso sí asediados por el primer mundo algo que denunciaron constantemente en sus letras. Es una placer escuchar lo bien que cantan sus componentes y cómo interpretan. Dominio de la escena y habilidad para provocar la sonrisa continua en el público exhibió la murga de Zumaquero No hay tres sin dos. Maridos cargando con trillizos a las puertas de un paritorio y a la espera de que su mujer traiga mellizos narran con acierto y humor sus penalidades. <br />
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Del resto de la jornada decir que la murga Los Malayas destacó en afinación y música y Somos la leche (carnavaleros de Torrox que alardearon de ser supersemen) por su empeño en hacerse un hueco en el carnaval de la capital. A la comparsa de Álora En tierra de nadie resultó entrañable oírla.</p>
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María Antonia Delgado. ADN Málaga</p>