Desde principios del siglo XVI, el Cabildo Catedral malagueño autorizaba, el día de San Nicolás y el día de los Santos Inocentes, la representación de esta parodia por la que un niño del coro, revestido con los atuendos de obispo, asumía la autoridad eclesiástica por una jornada. La representación estaba, sin duda, guiada por la doctrina transgresora del carnaval y, al igual que en otras ciudades españolas, en sus comienzos estuvo organizada por el propio clero.
Durante esta celebración, el obispillo dirigía el ceremonial de la Catedral con la ayuda de otros niños del coro con el desempeño de las funciones de canónigos, monaguillos...; mientras todos eran tratados con la mayor reverencia por el resto de festejantes, alterándose de este modo el orden eclesial. El niño, probablemente el más travieso y ocurrente del coro catedralicio, encabezaba una procesión burlesca desde el Palacio del Obispo hasta el interior de la Catedral; y ya en el coro, la corte de carnavaleros parodiaban las ceremonias religiosas con el acompañamiento de danzas y cánticos litúrgicos, ante la presencia de miles de malagueños, que disfrazados y con máscaras, llenaban las naves del templo.
Se tiene constancia que esta fiesta se celebró desde comienzos y hasta mediados del siglo XVI, años en que los desórdenes durante la procesión y las irreverencias en interior de la Catedral, llevaran a la suspensión; tal y como recogen las actas capitulares.
La fiesta del Obispillo, de origen medieval, tuvo también especial relevancia en Burgos (cuya tradición recuperó en 1998); en las poblaciones catalanas de Girona, Lleida, y, en el monasterio de Montserrat (video ilustrativo de 2009); y especialmente, en Palencia, que la recuperó (tras más de un siglo) en 2009 con el soporte de pruebas documentales que verificaban esta celebración hacia el año 1220 en la ciudad castellana y con continuidad hasta comienzos del siglo XX.