Las celebraciones carnavalescas en la Málaga del siglo XVIII y primera mitad del XIX, estuvieron condicionadas por la espontaneidad popular de las clases obreras, y con el alza de la burguesía local, el desarrollo de unas formas acordes a su estatus social. El cronista americano, Francis Carter, recoge en su libro Viaje de Gibraltar a Málaga publicado en 1772 la transformación que vivía la ciudad durante aquellas celebraciones y cómo nuestros conciudadanos de entonces cambiaban los negros y oscuros ropajes por los disfraces más coloristas realizados con telas llegadas Italia y Francia; subrayando esa destacada fuerza popular del carnaval en la calles, probablemente muy vigilado entre autorizaciones gubernativas, y, los bailes de máscaras organizados en el interior del Teatro Principal (inaugurado el 12 Noviembre de 1793 y cerrado en 1968) de forma exclusiva y previo pago de unas decenas de reales.
Ahora bien, también será en este período cuando el carnaval, entendido como fiesta popular, sirva de medio de expresión para la celebración de acontecimientos de relevancia, inaugurando así un concepto moderno (contemporáneo) que perdura hasta nuestros días, y que facilitará la mayor renovación en muchos siglos: el de un carnaval entendido como cultura. El carnaval durante este período evoluciona hacia formas menos trasgresoras, convirtiéndose en una fiesta más influida por la burguesía y por tanto más domesticada, siendo además una etapa en la que la actividad social y cultural malagueña que se verá enriquecida con el nacimiento de las primeras sociedades corales y, que en su evolución a lo largo de los años, se entrecruzarían con la celebraciones carnavalescas.
Las formas del carnaval (estética, música-letra, teatralización) ya no son útiles solamente para transgredir las normas sociales, sino que permite ocupar otros espacios ciudadanos. A principios de 1789 y con motivo de la coronación del Rey Carlos IV, una comparsa del gremio de cordoneros además de interpretar himnos alusivos a las virtudes del monarca, se permitiría la licencia de cantar uno dedicado al dios Baco con un tono más irónico y divertido. En junio de 1833, y con motivo de los festejos organizados en Málaga con motivo de la proclamación de la futura Isabel II como Princesa de Asturias, se autoriza "el uso general de máscaras" y la organización de bailes en las plazas céntricas de la ciudad (Constitución y La Merced), y en el Teatro Principal. En 1857, esta vez con oportunidad del nacimiento del príncipe Alfonso (futuro Alfonso XII) se permitió "al público" durante la Pascua de Navidad la diversión con la utilización de máscaras...
Luego es en este amplio período de entre los siglos XVIII y XIX en Málaga donde el carnaval iniciará una formas carnavalescas nuevas que condicionarán el futuro, y cuyo mayor rango será la apropiación de la fiesta por parte de la burguesía adaptándola a su estatus, mientras las clases más populares, verán en el carnaval un modo de expresión y reivindicación social.