Los carnavales de Málaga nacieron en salones cultos, pero llegó un momento en el que la misma burguesía sintió la necesidad de salir de espacios reducidos en busca del ambiente popular.
Las primeras referencias a los carnavales en Málaga hay que buscarlas en el siglo XIX. Por aquel entonces las fiestas se concebían más bien como una reunión o encuentro social entre personas vinculadas a diferentes asociaciones, que como un espectáculo. El Liceo Artístico, el Círculo Mercantil, así como distintas instituciones culturales, eran las encargadas de organizar en sus salones bailes de máscara exclusivamente para sus socios. A partir de 1880 se uniría a esta tradición, cada vez más en auge, la Asociación de la Prensa. Conocidos son los llamados Bailes de la Prensa que, celebrados en un principio en el teatro Miguel de Cervantes, continuaron hasta los años 70 en el hotel Miramar.
Los carnavales de Málaga, por lo tanto, nacieron en salones cultos, pero llegó un momento en el que la misma burguesía sintió la necesidad de salir de espacios reducidos en busca del ambiente popular. Así, mientras en la Alameda Principal, decorada con esculturas griegas y de gusto romano, la clase social adinerada lucía sus mejores galas, el pueblo se agolpaba en los laterales coreando canciones y versos sarcásticos dirigidos a personajes relacionados con la vida política y militar de la provincia.
Precisamente este carácter jovial e, incluso, libertino de los carnavales, en el que se dejaba paso a la crítica y a la expresión libre de lo que el pueblo pensaba sobre sus dirigentes fue la causa de que se prohibiera en distintas épocas, no sólo a nivel local sino nacional. Así, vivió una de sus épocas de mayor esplendor en tiempo de los últimos Austrias, especialmente, de Felipe IV. Felipe V lo prohibió, mientras que Carlos III lo restituyó en 1759. Sufrió nuevos altibajos en la época de Fernando II y de la reina Isabel II, hasta la restauración de la monarquía borbónica en la figura del rey Alfonso XII donde toma nuevo impulso hasta el reinado de Alfonso XIII. Durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera se negaron los carnavales e, incluso, el uso de la máscara o el antifaz. Con la llegada de la II República, en los años 30, las fiestas adquirieron un nuevo auge truncado, más tarde, por la Guerra Civil española.
Después de períodos de esplendor y decadencia, en Málaga se tiene constancia de que fue en 1979 cuando se consolida un proyecto solido de Carnaval de Málaga, tal y como se hace alusión en el capítulo primero del libro "Carnaval en Málaga 1979-1983", escrito por David Delfín y José Miguel Morales. Los impulsores fueron José Manuel Millán Criado, Julián de la Haza y los hermanos Romero que lanzan un mensaje en Radio Popular solicitando a toda persona que recordase letrillas, nombre o cualquier dato de las fiestas antiguas que se pusiesen en contacto con ellos.
La primera agrupación que surge, tras cuarenta y tres años de silencio, es una murga por considerarse, entre las modalidades conocidas, la más popular. Se llamaría "Los Maomas (sin H)". Más tarde se constituiría la segunda murga "Claudio y sus senadores", nacida en el seno de la peña Costa del Sol en el barrio de Huelin, bajo la dirección de Miguel González Arjona. Cabe destacar que, alentada por "Los maomas", se crea a finales del verano del 79 la primera comparsa de la nueva etapa carnavalesca malagueña. Se trata de "Blanca y verde" integrada por once componentes y nacida en la peña Los Ángeles.
En la actualidad, el Carnaval de Málaga se encuentra de nuevo en una de sus mejores etapas. Grupos de nueva generación se lanzan cada año a escribir "letrillas" y a preparar cuidadosamente los disfraces, la puesta en escena, el repertorio…, con el deseo de superarse y, ante todo, de agradar, emocionar y divertir al público.