Durante los últimos años ochenta comenzaría a recolectarse cuanto previamente se había sembrado. El nutrido grupo de adolescentes que se había vinculado a las coplas, con más curiosidad que conocimientos, irían hallando un medio de expresión para canalizar sus inquietudes creativas, y de este modo tomarle el pulso a las vicisitudes de su tiempo y hacer oír sus reivindicaciones. Trascurridos apenas unos pocos años desde la recuperación, la fiesta cantada acogía también el espíritu de una nueva sociedad según era interpretada por una generación de jóvenes que, una vez más, y ante el auspicio de la libertad conquistada, evidenciaban la ruptura y la novedad con enfoques que acelerarían los cambios de mentalidad necesarios para la actualización de la nueva modernidad de se vivía entonces.
Qué gran comparsa Semilla y fruto, reconocían los aficionados. Era 1986. Sobre el escenario, un grupo de mayores y otro de veinteañeros, dialogan y enfrentan opiniones y pareceres. De unos se valoran la experiencia y la sabiduría que otorga la edad, y de otros, los anhelos por explicar el mundo de aquella juventud. Sus creadores: José Miguel Morales y Manuel López, representan una nueva forma de interpretar la fiesta, y serán, entre otros, el origen de una hornada de autores que emplearán su ingenio humorístico como medio no solo para la risa, sino también para la reflexión, un tono que diferirá de sus antecesores por describir no solo el relato y la denuncia de los acontecimientos, sino por prever sus consecuencias.
Era 1987, 88, 89… En la hemeroteca se apilan los tomos con las noticias de los encierros anti-OTAN en la Catedral y el plebiscito a favor de la pertenencia al Tratado. En la retina de los aficionados quedan impresos el cartel, obra del gran Chicano en homenaje a Picasso y presidido por el viejo escudo republicano de la ciudad, y el de un arlequín subido a la luna de febrero creado por la joven Noguer. El carnaval venía de la evidente falta de medios entre la que asomaría la imaginación del nuevo equipo de Amigos del Carnaval conducidos por Rafael Acejo Martín, con la firme decisión de vestir a don Carnal con los nuevos tiempos de aquel presente. Y así se materializarían el himno de Cantores de Híspalis, y el Alameda disfrazado de Teatro Principal, y la lista de los pregoneros con renombre, y a Pepa Flores como jurado, y la elección de Dioses y la presentación del Coro de la Asociación en el Cervantes, y a Quiñones y Pérez Estrada como letristas de pregoneros, y la prensa de papel y las emisoras locales llenando páginas y voces; y el primer entierro del boquerón obra del escultor José Pereiro.
La comparsa Semilla y fruto muda su disfraz por Dejadme vivir, y tras un año de ausencia, por el de La comparsa…, reflejo de inquietudes que van desde el retrato social a componer una teoría sobre esta modalidad cantada. La murga Abanicos y soplaores de Juambe Cobos traerá dentro sus carpetas de vendedores de chucherías, las coplas con las que sentar las bases de su propia comparsa entre el sentimiento malagueño y la preocupación por las derivas de la actualidad: Susurros de mi bahía, Aromas de nuestra tierra… Las murgas de los hermanos León: Cepillo y betún, De fruta madre, Si lo sé no bebo, Los pintores de Chíspalis…, promueven unas señas de identidad propias. Y, Guay del Paraguay, la murga de Carlinda y de Jorge Montesinos y Juan José Rodríguez y del gran Cantarero, muestra ese humor tan nuevo como sus personajes y sus historias, luego revestidos de Los rockeros de la Puebla…, Los Tumbaitos en sus toreras picantes de Luis Bermúdez y Juani Acejo; La prensa (marbellí de Francisco Varo); el coro rondeño Gente de mi pueblo del 88, y el coro La corte Luis XIV del 89; las comparsas femeninas Las heroínas y Embrujo de Ana Fernández, de la inagotable factoría de San Andrés… Un universo local el que los Gallego comienzan a ser reconocidos y para siempre por su apellido, y el teatro Alameda arde por los cuatro costados y el concurso se exilia en la sala Falla del Conservatorio, seguramente refugiándose de la titubeante (sí, pero no) comprensión municipal y de una Málaga que no acaba de comprender del todo el nuevo sentido que iba adquiriendo el mes de febrero.
Las coplas reclaman la aparición de David, el niño pintor, comparándola con la eficacia en el rescate de la niña Mélodie, hija del magnate Nakachian. El Dúo Sacapuntas, ya desde la primera fila del humor y del Un, dos, tres…, recuerdan que quienes son capaces de revelar las cosas del mundo entre bromas y risas, tienen el cielo de don Carnal ganado. Alegría en las calles y falta de críticas locales: Ay el Guadalhorce y el Guadalmedina, cualquier día nos dan un susto tan grande como el enfrentamiento del alcalde Aparicio con el obispo don Ramón Buxarrais a causa de una carta pastoral en la que acusa “a los que detentan el poder político y dispone fondos públicos para dar un desorbitado realce y duración a las fiestas de carnaval”.
Cómo ha cambiado esta fiesta, esto ya no hay quien lo pare…, canta la comparsa femenina de Lola Jiménez y sus hijos, los hermanos Pastor, y de Paqui Prieto, y… De tu Costilla: Porque siempre habrá una mujer que te cante en carnaval, predicen al final del popurrí… Y entre la caja de resonancia de famosos elegidos para arropar la necesaria repercusión mediática, y, una pujante generación de jóvenes autores, se ejecutaba un relevo pausado en la entradilla de una nueva década: semilla y fruto que recompondría el mes de febrero para todos los febreros que habrían de llegar con la nueva ciudad que iniciaba su remodelación a golpe de plazas, farolas, aparcamientos subterráneos, centros comerciales y rondas de circunvalación…, una semilla y un fruto que ni la gran riada del 89 conseguiría llevarse por delante. Ay, las coplas, cualquier día nos dan una sorpresa.
© David Delfín
Publicado en DIARIO SUR. 31/01/2017
http://www.diariosur.es/carnaval/201701/31/semilla-fruto-20170130211450.html