CONCLUSIONES
Según Caro Baroja (1), el carnaval "es un hijo del Cristianismo", esto es, nace como oposición a la Cuaresma imbuido de "valores paganos", tales como las licencias que permite el disfraz (cambios de sexo, inversión de valores), la relajación de las normas, la sátira hacia las instituciones y el predominio de la ironía. Este carácter anticlerical toma cuerpo en el carnaval de la II República en Málaga, dadas las connotaciones históricas de la época (2) pero, casi al final del siglo XX y recién estrenada la Democracia, esta confrontación Cuaresma-Carnaval se desvió hacia la concepción del carnaval como elemento liberalizador de las secuelas que aún quedaban de la última dictadura en nuestra sociedad, tal y como refleja magistralmente Del Pino Chica en su artículo "Hablemos del carnaval de Málaga" del año 1979 (Cfr. Cap.I). Igualmente, en el ámbito popular esta reivindicación se plasma en la creación de un grupo denominado "Blanca y Verde"(Cfr. Cap. I), o en versos como "...ay Málaga, en cuarenta años no ha habido alegría..." (Murga Los Niños Cfr. cap.III)
Si observamos los años siguientes al final de la dictadura, época de recuperación de tradiciones, costumbres, nombres de calles y plazas en nuestra ciudad... vemos cómo el carnaval encaja perfectamente en esta dinámica y su recuperación se plantea como una asignatura pendiente de la sociedad malagueña frente a la Democracia. Así, en julio de 1977 se publica en la prensa local el primer manifiesto pro-carnaval de Málaga firmado bajo el titulo de: CARNAVAL EN MÁLAGA, por Luis Melero,
"¿Saben? Málaga tuvo un carnaval. Las sombras opresivas que han nublado nuestrosimpulsos creadores anda1uces, que oscurecieron el brillo de nuestras vibraciones sociales,que nos indujeron a un fatalismo lleno de desesperanza impropio del devenir de la mayor parte de nuestros cuatro mil años de historia andaluza, han hecho posible que la mayoría de nosotros ni siquiera guardemos la memoria de aquel entonces.
Pero lo tuvimos, lo hacíamos. Era un prodigio de imaginación e ingenio. Era fuente y objetivo de un folklore ciudadano que cantaba a los vendedores de arropías, al boquete de la Alcazaba, a un perro pachón, a los langostinos, a los pregoneros (de los que Málaga sentó cátedra). Esa gracia andaluza-desprestigiada por el enorme caudal de retórica vana vertido sobre ella- imaginaba los mil y un inventos y se desparramaban por nuestras calles las más locas y divertidas ocurrencias.
Una cultura tan vieja y sabia como la nuestra, es capaz de hacer divirtiéndose hasta las más serias reivindicaciones sociales. Por eso se cargaron al carnaval. Por eso algunos viven obsesionados por el afán de reprimir nuestra personalidad: saben o intuyen que alguien con problemas de identidad incapaz de reconocerse en la integridad de todas sus características, es un ser indefenso, tullido"
Pero vivimos una época clarificadora. Nos ha tocado protagonizar la más prometedora etapa de los últimos 400 años de nuestra historia. Estamos comenzando lo que probablemente va a ser un nuevo Siglo de Oro, pero sin las enormes injusticias sociales de aquel otro del que los libros nos hablan (...) Y sentar las bases para que el carnaval renazca el próximo año; sería razón bastante para merecer un puesto en la historia de nuestra ciudad [Melero hace alusión al entonces alcalde de la ciudad Luis Merino Bayona].
Tenemos en Málaga una variedad inmensa de folklore musical que hallaría en el carnaval el escenario adecuado para desarrollarse y enriquecerse. Desde nuestros barrios, desde nuestros suburbios, desde los pueblos de nuestra comarca, desde los pagos de verdiales, desde esa blanca atalaya de Comares, acudirían espléndidas muestras de inventiva, de salero. Si se hace con inteligencia, con eficacia, puede convertirse hasta en fuente de trabajo. Tendrían que ser convocados concursos de pandas, murgas y conjuntos musicales, concursos de trajes, concursos de canciones. Pero deberían ser convocados ya, desde ahora, para que los grupos dispongan de tiempo para cristalizar y prepararse.
El carnaval hecho tal y como podemos, sería también un elemento de atracción para esa única gran industria que los malagueños tenemos de momento, el turismo en una época del año en que los turistas son escasos. Podemos esperar, pues, que también la Cooperativa de Promotores se impugne en el proyecto y aporte tanto su organización como alguna significativa parte del financiamiento.
"¿Tendremos carnaval?" (3).
No habría de pasar mucho tiempo para que se hicieran realidad las premoniciones de Melero, tal y como vimos en el primer capítulo. El periodista nos deja entrever su espíritu de anticipación a los acontecimientos que, tarde o temprano, tendrían que cuajar en la ciudad; es más, llega incluso a "trazar" las líneas maestras de lo que, a la postre, será el carnaval malagueño.
El carnaval en Málaga resurgió con las miras puestas en los antiguos carnavales de la ciudad, copió sus moldes (musicales y letrísticos) primero (Cfr. Cap. I) y después, una vez agotadas estas fuentes, se dispuso a recibir todo tipo de influencias externas, sobre todo -como ya reflejamos- del vecino carnaval de Cádiz.
La difusión carnavalesca fue rápida, multiplicándose el número de grupos en un período de un año: 1980-1981. Tras esta fase tan fecunda y popular, promovida por los grupos, las peñas de la ciudad y un fugaz respaldo del Ayuntamiento, se impone un afán institucionalizador a todos los niveles, surgiendo los primeros esbozos del concurso de grupos, los albores de lo que luego será la ACAC o los esfuerzos dirigidos a la implicación de las instituciones en el carnaval.
A todo esto, se sumó la presencia de los grupos provinciales que acudieron al reclamo de lo que auguraba ser un gran evento festivo, impulsando aún más el movimiento carnavalesco (Cfr. Cap III). De este modo, entre grandes obstáculos organizativos y económicos, todo este cúmulo de circunstancias desembocarán en el carnaval de 1983 que sentará las bases definitivas del actual carnaval: concurso de agrupaciones y dioses, desfile, fiestas nocturnas y entierro del boquerón.
Uno de los elementos más simbólicos del carnaval en Andalucía, como son las letrillas, sufre una evolución en cuanto a forma y contenidos, condicionado por el ansia entre los autores de conseguir la brillantez que se recordaba en las letras del carnaval republicano. Así, se pasó de usar una métrica rudimentaria: "...aunque jóvenes queremos/conservar las tradiciones/y de ellas el carnaval/por muchísimas razones/todos los países/tienen un argot particular/y quitárselo supone quitarle su identidad..."(Murga Claudio y sus Senadores, 1980) a estrofas como: "...llevo una baza señores/que de ases tengo trío/todo es amor y colores/Caridad, La Victoria y El Rocío" (murga Los Victorianos, 1983).
Respecto a la sintaxis sucede un fenómeno paralelo; de versos como: "...entre los turistas que vienen [sic] de afuera/y los pisos a plazos/que ya tiene tela/el tráfico en las calles/nos tiene asustao/y de la leche del sinvivir/terminarás cansao"(Murga Los Maomas sin "H", 1980), a otros como: "...tu amor es tu centinela/que te cubre y te protege/mientras tu sol te calienta/ pone en sus rayos los mismos dejes..."(Comparsa Los Furtivos, 1983)
En definitiva, la ciudad no podía soslayar la inevitable presencia del carnaval. Bajo la forma de una fiesta, se encubre todo un fenómeno antropológico de orígenes ancestrales (Cfr. CARO BAROJA. J.: op.cit.) que resurge en una época acentuada por la tecnología y el avance vertiginoso del hombre, lo que no deja de ser una paradoja de nuestro tiempo, capaz de asimilar el futuro y retomar un pasado casi olvidado: el carnaval de Málaga. No se puede dudar del antiguo arraigo que en la ciudad siempre tuvo el carnaval; así F. Cárter hace referencia a la fiesta en su obra Viaje de Gibraltar a Málaga (1772):
"...la clásica moda española de vestir de negro se cambia por los chillones encajes de Francia cuyos disfraces imitan sin acierto durante los carnavales..." (4).
El acontecimiento constituye todo un desafío al que no se le ha dado la importancia histórica que tiene para la ciudad, ya que en el próximo milenio el carnaval continuará, independientemente de las formas y el contexto.
(Málaga, 1992 y 1993)