Veinte años de Carnaval en Málaga, 1979-1999
(Diario SUR, 10 de febrero de 1999)
Durante estas semanas el bullicio urbano de Málaga se vestirá de carnaval, tal y como viene sucediendo con mayor o menor resonancia desde la feria de agosto de 1979 durante la que se presentaron las primeras agrupaciones (las murgas, Maomas sin H y Claudio y sus senadores, y la comparsa Blanca y Verde) y en los días del carnaval de 1980, cuando se recuperó oficialmente una fiesta que sólo permanecía en la evocación gráfica de nuestros viejos diarios, revistas y archivos (siglos XIX y primer tercio del s. XX), y en la memoria personal de nuestros mayores (II República) como ecos de una manifestación popular, quizá fiel reflejo de lo que ha sido Málaga en cada periodo de su historia, F. Carter, en su libro Viaje de Gibraltar a Málaga (1772), así se refiere: «La clásica moda española de vestir de negro se cambia por los chillones encajes de Francia cuyos disfraces imita sin acierto durante los carnavales». Según Caro Baroja, el carnaval es hijo del cristianismo, esto es, nace en su oposición imbuido de los valores paganos que permite el disfraz: cambio de sexo, inversión de valores, crítica y sátira hacia el poder e instituciones públicas, etc. Y será precisamente este carácter anticlerical unido a las desigualdades sociales, los impulsores más importantes del ambiente carnavalesco en Málaga desde el s. XVIII y hasta 1936. Ahora bien, cuando la ciudad retorna la fiesta inmersa ya en el último tramo de este siglo y recién aprobada nuestra actual Constitución de 1978, la confrontación cuaresma-carnaval no es el motor que promueve esta nueva andadura carnavalesca, sino que se produjo un desvío hacia una concepción de las celebraciones en febrero, más como elemento liberalizador frente a las secuelas que aún permanecían del período franquista. De tal manera que si recordamos los años inmediatamente posteriores a fines de 1975, observaremos que es una etapa repleta de acontecimientos sociales (asociaciones, partidos políticos, nuevas cabeceras de prensa, huelgas...) y de la recuperación en Málaga de viejas tradiciones y costumbres olvidadas, también de cambios en la denominación de avenidas y plazas..., y es en este contexto en el que encaja la recuperación de la fiesta del carnaval en 1980, un acontecimiento que, sin duda, constituye un desafío al que no se le ha dado la importancia histórica que tiene para la ciudad, ya que en el próximo milenio el carnaval continuará su proyección, independientemente de sus formas y contexto.
Entre 1980 y 1984 se constata el resultado de una primera mirada a los recuerdos según se festejaba en los años treinta y posteriormente, de una reorganización de todos los elementos de la fiesta con el objetivo de adecuarla a una nueva sociedad. De tal manera que, desde 1979 y hasta 1982, la idea de carnaval renace inmersa en el seno de un sentir murguista, primeramente bajo el recuerdo de las republicanas hasta ir actualizando sus mensajes, que brota en el ambiente peñístico de la ciudad, recordemos además de las ya mencionadas, a Caracola perchelera, Los chupitiras, Los colonos, o Los niños de la miga, entre otras. Pero cuando en el mes de setiembre de 1979, el alcalde Aparicio se compromete públicamente en el acto celebrado en el Pub Pepeleshe a la organización del carnaval 80, se inicia una nueva etapa carnavalesca en la historia reciente de la ciudad cuyo eco llegaría además durante los años 1981 y 1992 a los pueblos de nuestra provincia. En 1982, nacerá la Asociación Cultural Amigos del Carnaval (ACAC) en una iniciativa de Luis Melero con los objetivos de defensa, promoción y organización de la fiesta. Ahora bien, el proceso de reorganización será lento y repleto de vicisitudes: cambios en la presidencia de la ACAC, desinterés municipal... que marcarán los años posteriores al carnaval de 1982, años en los que contrariamente mayor ilusión, colorido e ingenuidad se prodigó: se instaura el concurso de agrupaciones (murgas, comparsas y cuartetos) un hecho que acelera la renovación musical, letrística y en el disfraz como medios de expresión carnavalesca, se asigna de manera oficial a un pregonero, son elegidos Dios Momo y Diosa; y se amplían las jornadas de actos, incluyendo la adjudicación en 1984 de días previos para el carnaval en los principales barrios de la ciudad.
A mediados de los 80, en que la ACAC estuvo presidida por Juan Zafra, se acentuó la participación ciudadana, empresarial e institucional en el carnaval, fruto de la colaboración con asociaciones empresariales, centro comercial o la Cámara de Comercio, de donde la fiesta recibirá apoyo no sólo económico sino participativo. En este mismo sentido cabe reseñar también la creación de un comité de honor dentro de la ACAC en el que se relacionan los nombres del presidente de la Junta de Andalucía, alcalde, concejales, directores de medios de comunicación en Málaga, periodistas, gerentes de grandes empresas, etc., con lo que la organización quiso contar para un impulso necesario y que en buena medida quedó reflejado en dos completos programas de actividades. Además, la amplia presencia de los medios con retransmisiones y ediciones especiales contribuyó a una gran participación, afianzada con veinticinco grupos de canto y en las palabras imborrables de Julián Sesmero, pregonero en 1985, donde hoy encontramos el balance necesario al periodo transcurrido y la mirada, que ineludiblemente se debía hacer al futuro.
El nuevo carnaval, 1987-1999
En 1987 se inaugura una nueva etapa en el carnaval de la mano de un nutrido equipo de personas coordinados por Rafael Acejo, quien asumiría el reto con grandes dosis de ilusión y voluntad personal frente a la desidia que el alcalde Aparicio anunciaría: «Siempre contaron con el apoyo de la corporación municipal, pero no oculto que presenciábamos la evolución de las cosas con cierto escepticismo... ».Sin embargo, será durante este período cuando la fiesta adquiera su ciclo más brillante, consolidándose las estampas fundamentales del paisaje carnavalesco en la Málaga urbana de fin de siglo, tal y como aún permanece en la actualidad. Así, además de potenciar lo creado en años anteriores, asistiremos entre otros, al arraigo de una primera jornada inaugural con el pregón y la elección del dios Momo y diosa del carnaval (a partir de 1988 en el remodelado Teatro Cervantes), a la presentación del himno oficial creado por Cantores de Híspalis, a exposiciones y conferencias, al gran baile de máscaras en la plaza de La Merced, domingo de piñata en la plaza de toros y el centro histórico, o al concurso de agrupaciones en el que se alcanzarán cotas de calidad musical y letrística principalmente por la incorporación de jóvenes autores y directores y, como gran fin de fiesta, el entierro del boquerón diseñado por Angel Calvente.
La década de los noventa se iniciará aún inmersos en el camino de la evolución y consolidación constantes hacia el nuevo carnaval, y en este sentido, el de 1993 señala un antes y un después, ejecutado desde el seno de la organización con un oportuno cambio de dirección frente al obvio desinterés de la corporación municipal y sus continuos retrasos económicos, de tal manera que será el presidente Acejo quien trate de reconducir la fiesta otorgando la organización a la concejalía de Fiestas, también al instaurar una Fundación Ciudadana del Carnaval o la celebración del primer congreso, como actuaciones destinadas a revitalizar la fiesta. En 1997 toma el testigo en la coordinación de la fiesta José Luis Ramos; la nueva corporación surgida de las elecciones del noventa y seis permite que todas las fases del concurso de agrupaciones se desarrolle en el Teatro Cervantes; se adjudica la lectura de una conferencia inaugural sobre el deslinde teórico de la fiesta; y para la jornada de la elección de los dioses y el pregón se elige corno marco la plaza de la Constitución
En todo el mundo, del carnaval su imagen más definitoria es el disfraz. La creación tangible que permite con un lenguaje propio fundado en la combinación de imágenes, la manifestación de formas y símbolos en infinitas posibilidades. Málaga no ha estado al margen de este colorido y frente al titubeo inicial, desde hace una década podemos observar dioses Momo y diosas de tamaños y costes gigantescos. Del mismo modo, el disfraz en los grupos de canto ha evolucionado hasta conseguir una importante renovación, diferenciando el de murga y cuarteto: más divertido, frente al del coro y la comparsa: más alegórico, merced a la maestría de diseñadores como Miguel Angel Crespo, Rafael Ríos, José Antonio López Cacheiro, Fernando Romero, Jesús Pendón, Manuel Martín, o Manuel Sedeño, entre otros.
En Málaga, como en el resto de carnavales andaluces, la libertad que otorga reírse del mundo bajo un disfraz (comparsa Así es la vida, 1993) adquiere además un matiz diferenciador: el carnaval cantado. La copla como vehículo de expresión sutilmente armado según sea su forma interna: presentación (declaración de intenciones al tema elegido), pasodobles (reflexión, crítica, alabanza), cuplés (diversión, ironía), estribillo (definición del tema central), popurrí (crónica). Es el arte de combinar el verso rimado y la música en lo que popularmente se ha dado en llamar periodismo cantao, una labor editorial, informativa o de opinión, que a modo de glosa recogiera cada año cualquier suceso para elevarlo a una categoría sencillamente popular.
La necesidad de romper con lo cotidiano, de alejarnos por unos días de cualquier realidad (personal, social o política), la necesidad también de sentirnos partícipes de cuanto suceda a nuestro alrededor según el tiempo que nos toque vivir, son exigencias intrínsecas en el ser humano. El disfraz, la máscara, la diversión, el sentimiento, las coplas... Carnaval: fiesta de la libertad creadora donde hay un lugar para todos.