Carnaval en Málaga
(Diario La Opinión de Málaga, 20 de enero de 2003)
La fiesta en nuestra ciudad y provincia resurgió no como oposición al tiempo de cuaresma o por un sentimiento anticlerical, ya que el valor ritual de la conducta religiosa no regía la vida social ordinaria hacia 1979. En la Marina aparcarán los coches, junto a las caracolas debajo del mar, la gente dice que acabarán las obras, cuando toítos los burrros consigan volar (Comparsa Pepeleshe, 1979). La cuaresma y el carnaval implican concepciones contrapuestas acerca del individuo y de la sociedad, pero ninguna de ellas tiene más valor que el de señalar cuál es la mediación de su conflicto. ¿Y cuáles eran los conflictos en aquellos años como para volver a celebrar el carnaval tras casi medio siglo? Tal vez si recordamos los acontecimientos sociales que se vivieron a partir de 1975 a nivel nacional, y que en nuestra capital y provincia activó el regreso de tradiciones y costumbres olvidadas, o el cambio en la denominación de calles y plazas, nos haremos una idea sobre cómo era esa dinámica renovadora en la que encajó perfectamente la recuperación del carnaval y la rehabilitación de sus coplas, gracias sin duda a la memoria conservada de las coplas republicanas, y al afán de una pujante clase media malagueña (articulada en barrios, peñas y asociaciones) por ocupar un nuevo espacio (cultural y social) en la ciudad, y que producirá el milagro de revivir una fiesta casi olvidada desde 1936. El fenómeno constituye todo un desafío al que no se le ha dado la importancia histórica que tiene para la ciudad y la provincia, y su magnitud cultural estriba en que el carnaval continuará en éste y en próximos milenios, independientemente de las formas y el contexto.
© DAVID DELFÍN