Celebrar el desorden (2)
(Diario La Opinión de Málaga, 8 de febrero de 2004)
También a nosotros nos ha tocado vivir una época de cambios de cuyas tensiones nos liberamos con fórmulas puntuales de diversión y esparcimiento. Ven a Cofrades sin Fronteras, que es la ONG más puntera, y aquí pedimos para todas las cofradías. Para La Soledad pediría un poquito compañía, y para La Amargura que al fin le den alguna alegría. Para Servitas pedimos un juego linternas, y para la Cena nuevas recetas, para el Mutilao que le den las piernas, y para el Traslado una furgoneta... Ahora pedimos para todos nosotros que estamos cansados de Semana Santa, ponernos a todos un cubatita y al niño le pones un fanta. Los ciudadanos de hoy no sabemos observar adecuadamente las transformaciones a las que se vieron abocados nuestros antecesores y éstos no acaban de comprender la magnitud de los cambios presentes, cuando la verdad es que en ambos momentos, ante la vislumbre de un nuevo horizonte político, social o cultural, la necesidad individual y colectiva de ofrecer su versión de los hechos, de revelarse o de protagonizarlos, ha sido la misma. Es la participación, uno de los rasgos más característicos que poseemos en nuestra calidad de individuos para construir una sociedad y un tiempo determinados en todas y cada una de las reuniones (familiares, laborales, asociativas o de ocio) a las que asistimos, a menudo, aparentando algo distinto a lo que en realidad somos, o inventándonos una identidad que quizá nos lleve hasta la posición ciudadana a la que secretamente aspiramos. Somos, nos adentramos, nos confunden..., participamos del desorden de cada época y de este modo nos dejamos disfrazar por la significación social de cada momento como quien celebrara con ello su propia válvula de escape durante los días del año que no son los del carnaval. Como buen hombre de trono, soy socio de Manos Unidas, de Médicos Sin Fronteras, y socio también de Greenpeace... soy socio de La Campana, La Casa El Guardia y también de El Pimpi (Salvados por la campana, 2003).
© David Delfín