Dar la murga (I)
(Diario La Opinión de Málaga, 16 de febrero de 2003)
¿Es la murga solo un cantar de risas? Las murgas de los primeros años ochenta eran agrupaciones que adornaban sus coplas con una gran sinceridad y tipismo malagueño, enmascarando así su falta de técnica, y difundiendo su mejor talante: la diversión y la espontaneidad en el tratamiento de los temas. Con el paso de los años, y del ingenio de autores como Pepe León, Juan Gutiérrez, Juani Acejo, Álvaro Fernández, Jorge Montesinos, Juan José Rodríguez, José Rodríguez Santos, los hermanos Pastor, Manolo Martín Calvo, José Soler, Ernesto Luque, Martín de Oces, Trinidad Martínez, y Antonio Jiménez Lavado, entre otros, consiguieron otorgar a la murga un lenguaje más actual, y entre demasiadas críticas internas sobre la fiesta y demasiadas anécdotas ingeniosas orientadas solo a hacer reír, fueron reinventando la ciudad y sus acontecimientos, quizá sin ser muy conscientes de su valía como autores y cronistas de su tiempo. De entre 1985 y 1995, aún guardan especial interés las coplas dedicadas al alcalde Aparicio y su gestión, a la feria de agosto, el abandono de los barrios históricos, la reinauguración del Teatro Cervantes, las terribles inundaciones del año 89, la remodelación de la Plaza de la Marina y sus inquietantes farolas, Picasso, El parque tecnológico, la Expo 92, el homenaje a Antonio Molina..., quizá muy poco compromiso para un periodo tan fructífero en coplas. La murga es la fiesta del carnaval, la agrupación que mejor permite al pueblo tomar la palabra para hacerse oír, y si sus coplas alguna vez constituyen un legado de memoria popular, será porque su espíritu festivo se habrá alzado ante cualquier acontecimiento para ¿reafirmarlo?
© DAVID DELFÍN