El buen cuplé
(Diario La Opinión de Málaga, 20 de febrero de 2003)
El cuplé es el alma de la murga; de la comparsa es, a menudo, un juego cómico de naturaleza teatral. Desde las primeras comparsas, los autores únicamente se preocuparon de suscitar en el espectador una impresión de alegría que acaso provocara risa tras la contundencia de sus pasodobles y, tal vez, como intermedio para el esmerado estribillo y el popurrí final. Durante demasiados años, esperé a que las comparsas aprovecharan sus cuplés para ofrecernos la otra versión de los hechos, o para una reflexión irónica sobre lo que a menudo pensamos y no nos atrevemos a decir, también para reflejar sobre los más diversos temas esos aspectos que no se observan. Don Francisco de la Torre, este verano pasado, las playas inspeccionaba, montadito en un barco. Cómo nadan los pescaos, uno grande ahí se acerca, qué leche va ser un pescao, si eso es un pedazo de mierda. Y en la orilla el agua plateá, si es la costra de la bajamar, morro de levante eres una gloria, si es el espigón de La Misericordia. Qué de puntos negros se ven, allá en la orillita, no mires paquito que es, la playa nudista, y ahora mismo te llevamos, sin perder tiempo para el oculista, escribió Juan Gutiérrez para la gran comparsa El Dorado en 2002. En la murga, el cuplé representa su mayor muestra de ingenio satírico, la manifestación contraria a toda seriedad. Si estos días por la ciudad oye coplas cuyo objetivo es la burla quizá desmedida, no se confunda, comprenda que no se trata de uno de esos programas zafios que ofrece a diario la televisión, sino que es carnaval, y que la risa, por ser propia de la condición humana, sale a la calle por febrero para que usted no sea un mero espectador.
© DAVID DELFÍN