Pasiones
(Diario La Opinión de Málaga, 3 de marzo de 2003)
La ciudad a la que me refiero conserva como rasgos de expresión, varias formas de sentir ilimitadas, y entre ellas el Carnaval y la Semana Santa, como dos concepciones contrapuestas acerca del individuo y de la sociedad, y que sin embargo, en ningún otro lugar podrían estar tan unidas. Durante ambas celebraciones, un mismo pueblo participa activamente, ya sea bajo una organización social confusa, como en una de armonía y recogimiento, prolongando dos formas de ser y sentir bajo una misma pasión de ser humano ante la multiplicación de sus conflictos, y quizá su necesidad de testimonio, interior en un caso, y externo en el medio festivo. Y el arraigo que muestran sus conciudadanos por mostrar cada año su capacidad de regeneración con disfraces y coplas, o su capacidad de disculpa y perdón con Imágenes y silencio, los hace adquirir una serenidad tan absoluta como admirable, cuando la misma persona que canta a la belleza y al sentir de un Cristo o una Virgen, o alude a los que no entienden que existan dos formas de procesionar según se esté en calle Carretería o en calle Larios, o que se alcen los tronos con tres toques de campana, metan el hombro primero en la copla y luego en el varal. La ciudad a la que me refiero no es una ciudad dividida, sino una ciudad que tiene como pilares de la existencia de sus hombres y mujeres la necesaria expresión de todos sus sentimientos: Ya está bien de censurar, si llevo media vida, defendiendo a nuestra tierra, con mi hombro y mis coplillas, cantó la comparsa The carnaval jazz band (1999). Guarde silencio don carnal.
© DAVID DELFÍN