Por la calle de la fiesta (II)
(Diario La Opinión de Málaga, 10 de febrero de 2003)
¿Es posible un carnaval nuevo para la nueva sociedad global? Ciertamente, porque si un pueblo no quiere excluirse de un mundo en constante evolución o sentirse incompleto, no deberá darse la espalda a sí mismo, a su cultura, a sus creencias y costumbres. Ahora bien, no se olvide que para esta fiesta, cualquier tiempo pasado siempre habrá sido mejor, ya que la concepción burguesa del mundo desde el siglo XVIII ha posibilitado la decadencia del carnaval y, por lo tanto, su constante evolución y adaptación a cada tiempo y a cada sociedad; la cualidad donde reside su fuerza y empuje. Qué es lo que hay que hacer, para que los malagueños, le dejen un rinconcito, al carnaval de mis sueños. (Comparsa Tu pequeño mundo, 1992). Históricamente se ha reconocido al carnaval como oposición a la cultura oficial, su ausencia de reglas y órdenes siempre ha provocado el temor de los gobernantes, sin embargo, ¿qué celebración popular de esta altura puede permitirse hoy una pobre colaboración institucional? Sin duda, una mejor escenografía callejera y más completa, además de una mayor promoción y ayudas, permitiría entender una expresión de lo carnavalesco como el patrimonio de un pueblo que se echa a la calle a reír y a compartir su naturaleza festiva por el mes de febrero. En 1997, José Luis Ramos, presidente de la Fundación carnavalesca, puso a los dioses y al pregonero en la plaza de la Constitución; percheleros de raza cocinan un potaje en sus calles; hay fiesta en los barrios Cortijo del Sol y San Andrés, y hasta una recuperada batalla de flores, ¿quién debe poner el resto?
© DAVID DELFÍN