UN MUSICAL DE CARNAVAL
Hace un par de meses pude asistir a una de las dos sesiones de “El Selu, el musical”, las cuales llenaron el Teatro Cervantes colgando el cartel de “No hay billetes”. Y el hecho de que yo estuviera allí, ya indica que soy seguidor de esa agrupación y del Carnaval de Cádiz en general.
Para mi sorpresa fueron pocas las caras conocidas con las que me encontré ese día y eso, después de más de veinte años asomándome al Carnaval de Málaga, en ese momento me resultó bastante triste. Reconozco que incluso un poco irritante.
Desde el punto de vista de aquel que trabaja y pone lo poco que puede aportar al servicio del Carnaval de su tierra, normalmente en forma de grupo de canto, ver que en Málaga existe pasión por el Carnaval debería ser motivo de alegría, pero se convierte en contrariedad cuando sabes que esa pasión por el Carnaval torna en desinterés cuando del que hablamos es del Carnaval de Málaga en concreto.
¿Por qué hay un numeroso público que se identifica con un carnaval de fuera y no con el que se supone que podría tener mayores puntos en común? ¿Qué hemos hecho mal y qué han hecho bien ellos? No es mi intención mirar mucho al pasado, pero es evidente que en el principio de la era de la globalización de la información, una generación entera creció al “ritmo del Tangai” que bombardeaba la televisión autonómica, generando un círculo virtuoso en el que nadie salía perdiendo. Y digo nadie, porque de esa fuente también surgió una nueva generación en nuestro Carnaval, que al rebufo del Tangai gaditano fue generando, con nuestros matices y tradición propia, lo que es hoy el Carnaval malagueño. No obstante, el gran triunfador seguía siendo el carnaval de Cádiz, al que este boom llevó a una profesionalización que de alguna manera iba generando un crecimiento exponencial en popularidad y calidad.
Cuando el Carnaval se convierte en tu profesión no te queda otra que desarrollarte y ser el mejor en tu gremio, cuidando no sólo de tu “empresa” si no de todo lo que le rodea para que el negocio siga creciendo. Como decimos mucho los carnavaleros de Málaga, a nosotros esto nos cuesta el dinero mientras que allí hay quien vive de esto. A pesar de ello, y de la diferencia de recursos que se le dedican a una pasión comparado con una que además genera beneficios, en algún caso se ha podido llegar a conseguir resultados de calidad comparable que se topan con la realidad de que por muy buenos que sean se quedan en la sombra sin llegar al paisano malagueño amante del Carnaval de Cádiz. Un Carnaval, no nos engañemos, que vive a costa de la calidad de diez grupos de rango superior que tapan las carencias de una clase media que no genera esa pasión. Pero no es mi intención entrar a comparar la calidad de ambos carnavales porque no tiene sentido. No voy a empezar una guerra que sé que está perdida, aunque existan matices como el antes comentado.
A estas alturas ni la comparación tiene sentido, ni tiene sentido competición alguna, pero sí el aprender para explorar si existen caminos para que nosotros, los que creamos en Málaga para los malagueños, lleguemos precisamente a ese público objetivo que o no sigue el Carnaval o sólo sigue el de Cádiz.
Y que no se me enfaden los seguidores del Carnaval de Málaga ni aquellos que siguen los de ambas ciudades, si acaso creen que nos los considero suficientes. Ni mucho menos. Con este texto los pongo en valor y los considero el mayor tesoro que tenemos y para el que cada año escribimos e interpretamos nuestros repertorios en el teatro y en nuestras calles, lo cual no quita que deba admitir que el Carnaval sigue siendo una fiesta en cierto grado marginal en nuestra ciudad. Una fiesta de autoconsumo, donde los mismos que la hacemos somos la que la disfrutamos en un gran porcentaje. Donde el teatro se llena (si es que se llena) en gran medida con gente de los propios grupos, que muchas veces van a ver sólo a su grupo y que llega cuando ha terminado de cantar la infantil o juvenil que abre la sesión. Y en la calle la mayoría de público que te escucha es el accidental que “pasaba por allí”, quizá sin ni siquiera saber que ese día en la calle había Carnaval. Insisto, salvando a ese grupo de amantes del Carnaval de Málaga que mantiene la esperanza viva de que, si a ellos les ha llegado el mensaje y las formas de lo nuestro, todavía podemos estar a tiempo de llegar a aquellos que no nos conocen.
No esperes que yo saque la varita mágica y dé la solución a este tema. Han pasado cuarenta años y aún no hemos sido capaces de solucionarlo. Pero sí que al menos creo que puedo reflexionar sobre ello y compartirlo contigo, y hacerlo desde el punto de vista del que se dedica a eso que los influencers han puesto ahora tan de moda pero que nosotros llevamos haciendo mucho tiempo, a crear contenido, pero con la palabra, y cantarlo para empezar de nuevo cuando se quema el boquerón.
Está claro que el objetivo más importante debe ser la ciudad de Málaga y su gente. De poco sirve ir a Fitur a vender un Carnaval que ni los malagueños conocen. Y más cuando, como hemos hablado, muchos conocen el carnaval, pero no el nuestro. Empecemos por los malagueños y de los malagueños, los jóvenes.
En los últimos tiempos ha sido esperanzador ver cómo por iniciativa propia docentes han integrado el Carnaval como parte de sus temarios y actividades. Cómo compañeros han creado talleres de instrumentación de carnaval. Cómo las nuevas asociaciones han llegado a los colegios para transmitir lo que es nuestra fiesta a los más jóvenes. “El arbolito…” Pero sería maquiavélico poner sólo en sus hombros esta pesada carga. Somos muchos los implicados y en manos de todos está el, por lo menos, intentarlo.
Desde los organismos que se encargan de la difusión de carnaval, no se puede permitir que el malagueño no sepa en qué fechas se desarrolla el carnaval. O lo que tiene que ofrecer. Son los únicos que cuentan con partidas económicas municipales y patrocinios que deben gestionarse para que lo que se invierta hoy genere mañana en lo que se refiere al crecimiento de la fiesta y el conocimiento de esta.
Desde los medios de comunicación hay que darle su lugar al carnaval, y en lo que a retransmisiones se refiere, hacerlo con una calidad técnica que facilite que el contenido entre por los ojos y los oídos.
Desde los grupos conseguir que ese contenido sea apetecible, identificable para el malagueño y fidelizar en la calle a aquellos que nos encuentran por casualidad y hacerlo, dentro de las posibilidades de cada uno, con repertorios dignos de los tiempos que vivimos.
Desde el ámbito del aficionado, enganchar a los que tiene alrededor.
Conseguir todos juntos que los grupos se profesionalicen poco a poco consiguiendo así un aumento de la calidad constante al menos en lo visual. Y para esto no queda otra que facilitar a los grupos unos ingresos que se reinviertan el año siguiente.
Como he dicho antes no hay solución mágica que solucione el problema de golpe, pero sí está claro que todos, desde el rol que asumimos en esta historia, podemos y debemos hacer las cosas mejor.
Insisto en que no creo que esto deba tratarse de llegar más lejos ni de ser mejores que otros, se trata de convertirse en una fiesta real, porque una fiesta de autoconsumo no es participativa y una fiesta sin participación no es una fiesta. No se trata de que no se vaya a ver el musical del Selu. De lo que se trata es de que, si algún día en Málaga uno o varios autores hacen un musical con sus coplas y se representa en el Cervantes, muchos de los que fueron a ver al Selu vayan a ver también el suyo. El nuestro.
Manu Robles es coautor de la murga Los Muariscos. Inicia su trayectoria en 1997 con Los Buscavidas para, a partir, de entonces, escribir los libretos, junto a Alberto Zumaquero y aportaciones de otros integrantes, de las murgas: Los Mu’ariscos (2000), En el punto de mira (2001), Los Islámicos (2002), Salvados por la campana (2003), Ya llegan los cuartos (2004), Voy pa’bao (2005), Los frescos (2006), No hay 3 sin 2 (2007), Pa’ viaje el mío (2008), Los impresentables (2009), Asociación Rociera Mandelita Colorá (2010), Los Imparables (2011), El Príncipe gitano (2012), Los Vivalavida (2013), Sigue buscando (2014), El Padrino (2015), Niño… lo que yo te diga (2017), Qué cruz me ha caío contigo (2018), De Bar en Peor (2022). Ha sido pregonero del Carnaval y en 2022 participó en la conferencia inaugural de la fiesta.
Fotografía: Nazareth Rueda. (Fragmento)