Por la calle de la fiesta (I)
(Diario La Opinión de Málaga, 3 de febrero de 2003)
El espacio propio del carnaval es la calle, ese lugar ideal donde no existe ni escenario ni público, sino una sola unidad de participantes; donde se genera un tipo de representación cómica en la que se dan cita disfraces y coplas, burlas y sátiras; y cuyo rasgo sobresaliente es la espontaneidad. Con saludos cariñosos, nos queremos presentar, somos todos cirujanos, sólo para el carnaval, porque una vez terminen, estos días de cachondeo, soltaremos nuestras ropas, para irnos al desempleo (Murga Los cirujanos, 1982). El centro histórico de la ciudad ha sido el espacio carnavalesco para grupos de desfile, mascaradas populares, carrozas y grupos de canto; también para la celebración de bailes y verbenas populares; lugares en los que se ha manifestado la carencia de una escenografía callejera adecuada capaz de contagiar la participación necesaria, ni en los 80; ni en los 90. La escasez de medios municipales al servicio de la fiesta resultaba evidente, y nadie parecía estar dispuesto a arropar a los carnavaleros, cuando es sabido que para echar a una ciudadanía a la calle hay que ofrecer atractivos callejeros. ¿Cómo se fue paliando esa realidad? Con imaginación, y desde 1987, principalmente con la de Rafael Acejo y su equipo: prestándole una mayor atención al disfraz popular; potenciando una mayor presencia de los grandiosos dioses Momo y diosas; con el carnaval en los barrios y distritos; realzando el sentido del desfile con brillantez; con exposiciones y conferencias; con el entierro del boquerón en la playa de la malagueta; ect. Llevando al carnaval por la calle de la fiesta, el mayor reto del carnaval aún hoy.
© DAVID DELFÍN