RAFAEL ACEJO. Cada sociedad es producto del tiempo que le ha tocado vivir, para lo bueno y para lo malo. El mundo evoluciona y los usos y costumbres de su gente se van adaptando como la vía que cambia varias veces de pavimento sin por ello dejar de ser la misma calle. Abrir a estas alturas el debate de Carnaval sí o no, suena trasnochado. Podía tener su razón de ser cuando aquel grupo de malagueños decidió rescatar la Fiesta a finales de los setenta, del ostracismo al que el Franquismo la había llevado. En aquella etapa oscura, la Fiesta de la Libertad fue prohibida. Desde el inicio de la Guerra hasta que se recuperaron las libertades en este país, hagan las cuentas. Cuántas generaciones han pasado sin Carnaval en Málaga. Este es el contexto en el que se recupera la Fiesta que llega hasta nuestros días, que ya supera las tres décadas de historia. Los guardianes de las tradiciones deberán explicar ahora el tiempo mínimo exigible para considerar propio un uso y costumbre del Pueblo. Si echamos una mirada al mundo cofrade, gran parte de la Semana Santa actual es fruto de la década de los ochenta. La otra mitad se rehizo pasada la post guerra, pues aquí se perdió casi todo, ya lo saben. Esto no es una crítica a lo cofrade, todo lo contrario. Pero el referente de las cofradías, mundo al cual también pertenezco desde siempre, es una buena guía en Málaga porque es aceptado y respetado por todos.
El Carnaval de Málaga se perdió igual que el fuego hizo cenizas nuestro patrimonio en 1931. Y la Fiesta del invierno cálido se recuperó en el mismo contexto en que nacieron gran parte de las hermandades que hoy vertebran la Semana Santa malagueña. ¿Hablamos ahora de invento o de evolución? Pero nadie piense que el Carnaval es únicamente un producto de los setenta. Aunque tres décadas ya justificarían la Fiesta, las raíces hay que encontrarlas en la etapa dorada de Málaga. La industria malagueña se convirtió en un referente nacional en el siglo XIX y una importante clase burguesa se asentó en la ciudad. Fruto de aquellos años forman parte la mayoría de referentes arquitectónicos que llegan a nuestros días, véase la calle Larios. Aquella sociedad, polarizada entre una minoritaria pero poderosa clase alta y la baja, poco tenía que ver con la actual. Pero hicieron del Carnaval la gran fiesta del invierno malagueño, como bien recoge el cronista local Narciso Díaz Escovar en sus publicaciones.
La Batalla de Flores actual es reminiscencia de aquellos tiempos, para quien pueda pensar que el Carnaval de Málaga es una burda importación. Pero entonces, la clase pudiente celebraba lujosos bailes de máscaras y se paseaba en ostentosas carrozas por la calle Larios. El pueblo llano les ‘agredía' con pétalos de flores. La consolidación de una mayoritaria clase media terminó con las miserias de siglos pasados en el mundo occidental. Ahora la Batalla de Flores es un desfile donde todos tienen cabida. Los nuevos tiempos crearon el Carnaval actual y tres décadas después han consolidado un gran colectivo que vive por y para esta gran Fiesta del invierno. Hay generaciones de malagueños que han crecido de la mano del Carnaval y eso son raíces que ya no se pueden destruir. Igual que en la Semana Santa, hablamos de un activo humano que no se puede cuantificar en dinero. Personas que hacen ciudad todo el año con el Carnaval como excusa. Podemos hablar en términos económicos si nos referimos a los artesanos que viven de la Fiesta, que existen en una proporción comparable a los cofrades, por si alguien lo desconoce.
El Carnaval de Málaga es cultura, tan popular como artística. El Ayuntamiento de Málaga estuvo este año en Fitur para vender los valores de una ciudad que en todas las épocas del año ofrece una excusa para venir a visitarla. En agosto vive la gran celebración del verano, la Feria. La Semana Santa y el Festival de cine marcan la primavera; y tras la Navidad, que en Málaga adquiere un sabor singular, la ciudad celebra en su cálido invierno el Carnaval. De los beneficios de consolidar esta cita en el calendario mejor pregunten en los negocios de la ciudad, que estas líneas sólo pretenden contextualizar de donde venimos y lo que somos. Cada uno que haga sus cuentas sobre el coste/impacto de la Fiesta. Y quien piense que el Carnaval sólo es de putas y maricones, sigue trasnochado.