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Conclusiones. Carnaval en Málaga 1979-1983

Sáb, 05/01/2008 - 00:00 -- David Delfín

CONCLUSIONES

 Según   Caro  Baroja  (1), el  carnaval  "es  un  hijo  del Cristianismo",  esto es, nace como oposición a la Cuaresma imbuido de "valores  paganos", tales como las licencias que permite el disfraz (cambios de sexo, inversión de valores), la relajación de las normas, la sátira hacia las instituciones y el predominio de la ironía.  Este carácter anticlerical toma cuerpo en el carnaval de la II República en Málaga, dadas las connotaciones históricas de  la  época  (2) pero, casi al final del siglo XX y recién estrenada la Democracia, esta confrontación Cuaresma-Carnaval se desvió hacia la concepción del carnaval como elemento liberalizador de las secuelas que aún quedaban de la última dictadura en nuestra sociedad, tal y como refleja magistralmente  Del  Pino Chica en su artículo "Hablemos del carnaval  de  Málaga" del año 1979 (Cfr.  Cap.I). Igualmente, en el ámbito popular esta reivindicación se plasma en la creación de un grupo denominado "Blanca y Verde"(Cfr. Cap. I), o en versos como "...ay Málaga, en cuarenta años no ha habido alegría..." (Murga Los Niños Cfr. cap.III)

Si  observamos los años siguientes al final de la dictadura, época de recuperación de tradiciones, costumbres, nombres  de calles y plazas en nuestra ciudad... vemos cómo el carnaval  encaja perfectamente en esta dinámica y su recuperación se  plantea como una asignatura pendiente de la sociedad malagueña frente a la Democracia. Así, en julio de 1977 se publica en la prensa  local el primer manifiesto pro-carnaval de Málaga firmado bajo el titulo de: CARNAVAL EN MÁLAGA, por Luis Melero,

"¿Saben?  Málaga  tuvo un  carnaval.  Las  sombras opresivas que  han nublado nuestrosimpulsos creadores anda1uces,  que oscurecieron  el  brillo de  nuestras vibraciones sociales,que nos indujeron a un  fatalismo lleno de desesperanza impropio del devenir de la  mayor parte  de nuestros cuatro mil años de historia andaluza, han hecho posible que la mayoría de nosotros ni siquiera guardemos la memoria de aquel entonces.

Pero lo tuvimos, lo hacíamos. Era un prodigio de imaginación e ingenio. Era fuente y objetivo de un folklore ciudadano que cantaba a los vendedores de arropías, al boquete de la Alcazaba, a un perro pachón, a los langostinos, a los pregoneros (de los que Málaga sentó cátedra). Esa gracia andaluza-desprestigiada por el enorme caudal de retórica vana vertido sobre ella-  imaginaba los mil y un inventos y se desparramaban por nuestras calles las más locas y divertidas ocurrencias.

 

Una cultura tan vieja y sabia como la nuestra,  es capaz  de  hacer  divirtiéndose  hasta  las  más serias reivindicaciones sociales.  Por  eso  se  cargaron  al carnaval.  Por eso algunos viven obsesionados por el afán de reprimir nuestra  personalidad:  saben  o  intuyen  que alguien   con   problemas  de  identidad incapaz  de reconocerse en la  integridad de todas sus características, es un ser indefenso, tullido"

Pero vivimos  una  época clarificadora.  Nos ha tocado  protagonizar  la  más prometedora etapa  de  los últimos 400 años de nuestra historia. Estamos comenzando lo  que  probablemente va a ser un nuevo Siglo de Oro, pero sin las enormes injusticias sociales de aquel  otro del que los libros nos hablan (...) Y  sentar  las bases para que el carnaval renazca  el próximo año; sería razón bastante para merecer un puesto en la historia de nuestra ciudad [Melero hace alusión al entonces alcalde de la ciudad Luis Merino Bayona].

Tenemos   en  Málaga  una  variedad   inmensa   de folklore   musical  que  hallaría en el carnaval   el escenario  adecuado  para  desarrollarse y enriquecerse. Desde nuestros barrios, desde nuestros suburbios, desde los pueblos de nuestra comarca, desde los pagos de verdiales, desde esa blanca atalaya de Comares, acudirían espléndidas muestras de inventiva, de salero. Si se hace con inteligencia, con eficacia, puede convertirse hasta en fuente de trabajo. Tendrían que ser convocados concursos de pandas, murgas y conjuntos musicales, concursos de trajes, concursos de canciones. Pero deberían ser convocados ya, desde ahora, para que los grupos dispongan de tiempo para cristalizar y prepararse.

El  carnaval  hecho  tal y  como  podemos,  sería también  un  elemento de atracción para esa  única  gran industria  que  los malagueños tenemos  de  momento,  el turismo  en  una época del año en que los  turistas  son escasos. Podemos esperar, pues, que también la Coopera­tiva  de Promotores se impugne en el proyecto y aporte tanto  su organización como alguna significativa parte del financiamiento.

                                                              "¿Tendremos carnaval?" (3).

            No habría de pasar mucho tiempo para que se hicieran realidad las  premoniciones  de  Melero,  tal  y como vimos  en  el  primer capítulo.   El  periodista  nos  deja  entrever  su  espíritu   de anticipación a los acontecimientos que, tarde o temprano,  tendrían que  cuajar en la ciudad;  es más,  llega incluso a "trazar" las líneas maestras de lo que, a la postre, será el carnaval malagueño.

El carnaval en Málaga resurgió con las miras puestas en los antiguos  carnavales de la ciudad, copió sus moldes (musicales  y letrísticos) primero (Cfr. Cap. I) y después, una  vez agotadas  estas  fuentes, se  dispuso  a recibir todo tipo de influencias externas, sobre todo -como ya reflejamos- del vecino carnaval de Cádiz.

La  difusión  carnavalesca fue  rápida, multiplicándose  el número de grupos en un período de un año:  1980-1981. Tras esta fase tan fecunda y popular, promovida  por los grupos,  las peñas de  la ciudad y un fugaz respaldo del Ayuntamiento,  se impone  un afán  institucionalizador  a  todos  los  niveles, surgiendo  los primeros  esbozos del concurso de grupos,  los albores de lo  que luego será la ACAC  o los esfuerzos dirigidos a la implicación de las instituciones en el carnaval.

A todo esto, se sumó la presencia de los grupos provinciales que acudieron  al  reclamo  de lo que auguraba  ser  un  gran evento festivo,  impulsando aún más el movimiento carnavalesco (Cfr. Cap III). De este modo, entre grandes obstáculos organizativos  y económicos, todo este cúmulo de circunstancias desembocarán en el carnaval de 1983 que sentará las bases definitivas del actual carnaval: concurso de agrupaciones y dioses, desfile, fiestas nocturnas y entierro del boquerón.

Uno de los elementos más simbólicos del carnaval en Andalucía, como son las letrillas, sufre una evolución en cuanto a forma y contenidos, condicionado por el ansia entre los autores de conseguir la brillantez que se recordaba en las letras del carnaval republicano. Así, se pasó de usar una métrica rudimentaria: "...aunque jóvenes queremos/conservar las tradiciones/y de ellas el carnaval/por muchísimas razones/todos los países/tienen un argot particular/y quitárselo supone quitarle su identidad..."(Murga Claudio y sus Senadores, 1980) a estrofas como: "...llevo una baza señores/que de ases tengo trío/todo es amor y colores/Caridad, La Victoria y El Rocío" (murga Los Victorianos, 1983).

Respecto a la sintaxis sucede un fenómeno paralelo; de versos como: "...entre los turistas que vienen [sic] de afuera/y los pisos a plazos/que ya tiene tela/el tráfico en las calles/nos tiene asustao/y de la leche del sinvivir/terminarás cansao"(Murga Los Maomas sin "H", 1980), a otros como: "...tu amor es tu centinela/que te cubre y te protege/mientras tu sol te calienta/ pone en sus rayos los mismos dejes..."(Comparsa Los Furtivos, 1983)

En  definitiva, la ciudad no podía soslayar la  inevitable  presencia  del carnaval. Bajo la forma de una fiesta, se encubre  todo un fenómeno antropológico de orígenes ancestrales (Cfr.  CARO BAROJA.  J.: op.cit.) que resurge en una época acentuada por la tecnología y el avance vertiginoso del hombre, lo que  no deja  de ser una paradoja de nuestro tiempo, capaz de asimilar el futuro y retomar un pasado casi olvidado: el carnaval de Málaga. No se puede dudar del antiguo arraigo que en la ciudad siempre tuvo el carnaval; así  F. Cárter hace referencia a la fiesta en su obra Viaje de Gibraltar a Málaga (1772):

"...la clásica moda española de vestir de negro se cambia por los  chillones  encajes  de  Francia cuyos  disfraces  imitan  sin acierto durante los carnavales..." (4).

El acontecimiento constituye todo un desafío al que no se  le ha dado la importancia histórica que tiene para la ciudad, ya que en el próximo milenio el carnaval continuará, independientemente de las formas y el contexto.

                                                                                                          (Málaga, 1992 y 1993)

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