La cita fue el pasado martes 27 en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés en un acto organizado por la Fundación y el Aula de Cultura de Diario Sur, y que permitió homenajear a uno de los promotores más significativos de la fiesta a fines de los años 70, quien además de vislumbrar la posibilidades de la celebración como referente de libertad y cultura, sentó la bases organizativas y sociales de la fiesta. El relato de los primeros momentos de la fiesta y el presente más significativo del carnaval cantando con la actuación de la comparsa de Alhaurín El Grande, Por Arte de Magia, se dieron cita en un acto cargado de emoción y recuerdos. La sala completó su aforo.
Luis Melero desveló algunas claves significativas de la recuperación del carnaval, y todos los esfuerzos con los que logró hacer realidad las celebraciones de 1980, iniciando un período que ahora cumple treinta años y que ha perpetuado la fiesta para el futuro en Málaga; un aspecto de especial importancia, si se observa el número de ciudades de Andalucía que también recuperaron el carnaval en esos años y no han logrado una continuidad posterior. Hoy, un par de generaciones han nacido ya con el nuevo carnaval y el fenómeno está consolidado.
Texto íntegro de la conferencia de Luis Melero. El Carnaval de Málaga. Un parto con fórceps
(el cómo y los porqués del carnaval moderno de Málaga)
Mi generación creció oyendo cantar unas coplas desvergonzadas, iconoclastas, irreverentes y divertidísimas, a las que no sabíamos poner nombre. Por esa razón, preguntábamos mucho al respecto. Preguntas que nuestros recelosos y escaldados padres respondían con evasivas. El Carnaval llevaba muchos años prohibido, pero su música era todavía la banda sonora de la vida de nuestros mayores, y en muchos sentidos era también la nuestra.
Ahora que aquí estamos tós...
vamos a contar
el oficio que tenemos.
Este vende chirimoyas,
Este vende langostinos;
Este vende en el verano
papa, tomate y pepino.
Esta y otras coplillas fueron mi primera y única inspiración musical, en un país tan curioso como el nuestro.
En otros países, a tocar música se le llama "jugar". Entre nosotros, se le llama "ejecutar" Y así nos ha IDO. Aquellas coplas eran irreverentes y muchas causarían más conmoción que risas, porque yo, que era de chico muy aficionado a cantar a voces, solía hacerlo por las estrechas calles de mi barrio. Una mañana, tendría tres o cuatro años, no sé qué letrilla iría cantando, pero recuerdo con claridad que una mujer se asomó a medias por un balcón, con cara aterrorizada, para decirme por señas que me callara. "Niño... ¡¡¡shissss!!!"
No recuerdo LO QUE decía le letra, pero sé que terminaba con "Que viva España y que muera Franco".
Emigré demasiado joven para reflexionar seriamente sobre nuestra sociedad. Los emigrantes sólo teníamos pensamientos para lamernos el desgarro terrible de abandonar nuestras raíces. Es un dolor paralizante que nadie que no lo haya experimentado puede ni imaginar. Sobre los veinticinco años me vi sumergido en la vorágine del Carnaval de Río de Janeiro. Metido en jarana, arrastrado no sólo por la música sino también por la marea humana, me pareció revivir lo que mis padres contabam sobre el Carnaval de Málaga. Las calles del centro y el Paseo del Parque inundados de màscaras a las doce de la mañana durante cinco días, viernes, sábado, domingo, lunes y martes. Los bailes del Casino Perchel, el Casino Caleta, el Círculo Mercantil, el Miramar o el Cervantes...
Todo lo que ahora llamamos peñas, y que entonces se llamaban casinos, hacían sus respectivos bailes de carnaval. Salían escenificaciones muy cuidadas de la Corte de Cleopatra, la Corte del Faraón, La Dama de las Camelias o los Reyes Católicos, con sus moros cautivos y todo.
El baile principal del Carnaval de Río de Janeiro se celebraba en el Teatro Municipal. Era el concurso de "fantasías", que es como allí llana a los disfraces. Recuerdo con emoción que en una pequeña plaza que hay delante del teatro, al salir del espectáculo me pregunté por qué carajo no se celebraba ya esa fiesta en Málaga. Esa pregunta se instaló en mi imaginación y acabó convirtiéndose en una constante. Años más tarde, conocí el carnaval de Puerto España, en la isla de Trinidad. Era mucho más modesto que el de Río, pero tenía su personalidad, con sus calipsos tocados por unas bandas muy curiosas que llaman "Steel bands", porque se toca con una especie de xilófonos que fabrican abollando tapas de acero de barriles de petróleo.
La pregunta se convirtió en una manía: ¿Por qué no celebrábamos el Carnaval también en Málaga, aportando la originalidad de la que esta ciudad ha hecho tanta gala en el pasado? Málaga dio el primer gran político de la Historia de España, Cánovas del Castillo. También fue la cuna del primer gran financiero, el Marqués de Salamanca. Y el pintor más imitado y que más ha influido en las artes plásticas del siglo XX también nació aquí. Puede ser el aire, la luz, el olor a salitre o el perfume de las biznagas, pero lo cierto es que hay algo que favorece la originalidad en Málaga y, por lo tanto, Málaga puede permitirse crear y no imitar a nadie en ningún campo. Entonces ¿por qué no habíamos mantenido el Carnaval, que de acuerdo con la personalidad malagueña tenía que ser un carnaval famoso en el mundo por original e inimitable.
La pregunta se fue haciendo más apremiante conforme pasaba el tiempo y los emigrantes veíamos desde América la cercanía del fin de la dictadura. Lo de originalidad me interesaba mucho. Yo he sido publicitario la mayor parte de mi vida, profesión que inclina de modo indeclinable hacia la búsqueda de la originalidad. Como escritor, también me preocupa la originalidad de mis fabulaciones. La originalidad es fundamental en el arte y en la creación en general.
Por poner un ejemplo, hay una frase que está bastante de moda: "Tiene la cabeza muy bien amueblada". El que lo dijo por primera vez, recurrió a una metáfora muy forzada que resultó ingeniosa. Era una barbaridad que se perdonaba por su originalidad. Pero el que la repitió, ya recurría a una idea sobada aunque mantuviera cierta gracia.
Por mi parte, cuando oigo que alguien dice que tiene "la cabeza muy bien amueblada", siempre me pregunto dónde habrá instalado el sofá cama. Lo malo es la repetición infinita de una barbaridad. Los que siguen repitiendo esa mamarrachada parece que no se dan cuenta de la imbecilidad literal que es la frase, una vez desprovista del ingenio de la primera vez. A eso me refiero al hablar de originalidad. A lo importante que es tener una manera propia de decir las cosas, que nadie haya usado antes y que, a lo mejor, a muchos se les ocurriría imitar. Mi premisa al pensar en el Carnaval de Málaga era, en primer lugar, la originalidad. Que no se pareciera a Río, Ni a Nueva Orleáns. Ni a Puerto España. Ni a Venecia. Que se pareciera sólo a sí mismo, rescatando aquel carnaval multitudinario de la Calle Larios y el Parque de los años 20 y 30, que duraba cuatro días seguidos y los bailes del Casino Perchel, el Casino Caleta o el Círculo Mercantil.
De otra parte, El Carnaval de Málaga tiene una oportunidad única de hacerse famoso en todo el mundo. Como el Carnaval de Nottin Hilll, que se celebra en agosto. Málaga tiene una fiesta secular que por su carácter admitiría la celebración simultánea de un carnaval de los júas.
Si Málaga celebrara el "Carnavalito de los Júas" plantaría una pica en Flandes, sería famoso en el mundo entero y ocasionaría la llegada de gran número de visitantes. Así se aprovecharía mejor el ttremendo esfuerzo que hacen los carnavalistas, que es una pena que se consuma en sólo unos días de febrero. El Carnavalito de Los Júas, como una segunda parte del Carnaval de febrero, sería una originalidad malagueña inimitable, que por todas partes asombraría. O sea, como decía Disraelí "El secreto del éxito en la vida del hombre consiste en estar dispuesto a aprovechar la ocasiones.
La ocasión de Málaga es tener ahí al lado a millones de turistas todos los veranos, un factor dinamizador de la economía que la ciudad no ha sabido todavía aprovechar del todo todavía. Así que cuando conseguí volver a Málaga, la idea de colaborar para revivir el Carnaval era mi primer objetivo. Ya antes de venir, el diario SUR había publicado varios artículos míos, escritos en Caracas, donde pedía que se reimplantara la fiesta, y en cuanto me establecí aquí, hablé con mucha gente en busca de un método que lo facilitara.
Pero desgraciadamente, la memoria del Carnaval del 35 y el 36 era muy desagradable para la gente con la que yo hablaba.
Para ellos, el carnaval era sobre todo una orgía peligrosísima, en cuya batalla de flores, los obreros represaliados tiraban a sus patronos ramos de alfalfa que ocultaban piedras de aquel tamaño.
En contactos con escritores, financieros, peñistas prestigiosos, periodistas famosos y demás, surgían a veces ideas divertidas, como la propuesta de celebrar un "Maratón de las Campanas", que consistiría en una carrera recorriendo todas las tabernas "Campana" que existen en Málaga, tomando en cada una un vaso de Pedro Ximen; ganaría el que llegase derecho a la meta.
Pero en todas las consultas prevalecían los prejuicios, el desdén y el miedo.
Ese miedo era un obstáculo insalvable, porque tenía el convencimiento de que el carnaval multitudinario y total que soñaba sólo sería posible si se implicaban no sólo las autoridades, sino los estratos más sobresalientes y poderosos de la sociedad malagueña. Además, es evidente que el Carnaval moviliza muchas sinergias creativas y no sólo en la música y el canto, sino también en las creaciones plásticas y en conjunto me parecía, y me sigue pareciendo, que es un magnífico motor económico.
Durante un tiempo, hice esfuerzos desesperados por convencer a mucha gente, que algunos hasta han muerto ya. Peregrinaba por despachos y sociedades, por peñas y tiendas, por fábricas y almacenes. Casi todos querían disuadirme y muchos me decían "pero ¿te vas a meter en eso?" ¡Desesperante!
Llegó un momento en que consideré agotados todos los caminos y se me ocurrió que si pudiera organizar una institución donde acudiera mucha gente, a lo mejor podía empezar a poner en marcha una corriente de opinión favorable al carnaval. Pero yo era un simple ex emigrante, que entre otros asuntos tenía la necesidad iurgente de recuperar las raíces que había perdido. Abrí el bar Pepelelshe, en primer lugar, con el pensamiento de fomentar corrientes de opinión favorables al carnaval. Me llevó bastante tiempo imaginar qué estaba en mi mano hacer. Ya se habían organizado algunas murgas interesantes, como Los Maoma o los Claudio, con voces muy buenas, y alguna que otra excepcional. Lo que fomentó mi esperanza de que el proceso comenzara a estar en marcha.
Pero seguían estando los prejuicios y prevenciones de quienes podían facilitar el Carnaval importante y multitudinario que soñaba.
Con clientes del bar Pepeleshe monté una especie de conjunto híbrido de rondalla y murga, y cuando me pareció más o menos preparado, decidí convocar un acto de reivindicación del carnaval. Me di cuenta de que si lo convocaba yo solo, era seguro que no obtendría una respuesta aceptable. Necesitaba pesos más pesados y convencí a la asociación de peñas y la asociación de tradiciones malagueñas la Coracha de que aparecieran conmigo en la convocatoria y en las invitaciones, aunque no aportasen nada. Se celebró el acto en septiembre del 79, hace treinta añitos justos. Hablaron todos a favor de la fiesta, cantamos, charlamos y pareció que todos estábamos en la misma onda.El alcalde recién elegido prometió solemnemente que se le dedicaría al Carnaval una apuesta semejante a la de la feria con presupuestos iguales que los de la feria. Una vez publicado todo ello mediante una crónica de Julián Sesmero, consideré que ya había cumplido mi objetivo. El carnaval iba a ponerse en marcha contadas las bendiciones de la ciudad. ¿Sería verdad?
Pero a veces se equivoca uno más que la paloma de Alberti.
En seguida, descubrí algo que ignoraba: Muchos políticos no consideran un compromiso serio ninguna promesa que hagan aunque sea en público y solemnemente. La palabra de esos políticos vale lo que vale, y no digo más...
Poco más de un año más tarde, entrevistándole para el periódico donde trabajaba, aquel alcalde fingió no recordar que había prometido lo que prometió delante de todos en el Bar Pepeleshe y me exigió que le diera alguna grabación que demostrara que él había dicho aquéllo.
Primero me estremecí de la sorpresa y el personaje se cayó para mi opinión a lo más bajo que puede caer cualquier ser humano. Y en seguida, comprendí que el asunto no estaba en marcha y tenía que enfocarlo de otro modo.
¿Era posible que, a pesar de que ya había bastantes implicados, el carnaval callejero y multitudinario no se celebrara nunca?
A través del periódico y en todos los sitios que se me ocurría, sugerí que se organizara una especie de gran peña o asociación, que pusiera en marcha el carnaval sin esperar a las autoridades. Al mismo tiempo, hablé uno a uno con todas las personas destacadas de la ciudad que no eran políticos. Cámaras de comercio, grupos de teatro, asociaciones de bellas artes y demás.
Simultáneamente, murguistas y varios simpatizantes comenzaron a tratar de lograr acuerdos para organizar la asociación.
Mi convencimiento era que tenía que haber un líder de esa gran peña que fuera un personaje muy destacado en la ciudad, de manera que, a través de ese alguien, se pusieran en marcha las sinergias adecuadas para organizar el carnaval importante que una ciudad tan importante merece. Me puse a indagar... a ver si daba con ese líder.
Pero de nuevo tropecé con el "¿te vas a meter en eso?" Entre tanto, el proceso de organización de los Amigos del Carnaval estaba poniéndose en marcha.Ni por asomo se me ocurrió podría liderarlo yo. Porque era un simple emigrante que había vuelto a tratar de recuperar su patria, aunque más tarde supe que muchos me veían como un indiano, uno que había regresado rico de América. Lo cual era completamente irreal. Yo había sido un simple trabajador, en una profesión destacada y con un buen sueldo, pero era eso sencillamente, un sueldo que me permitió juntar unos ahorros, que permanecían en una cuenta en Nueva York. No estaba para muchos dispendios. Yo no podía ser el líder que sabía que era necesario. Poco antes de celebrarse el acto fundacional de los Amigos del Carnaval, en un cine que creo que se llamaba Cairy, me informaron de que la presidencia podía caer en manos no muy fructíferas y, sin pretenderlo ni desearlo verdaderamente, no recuerdo cómo me encontré aspirando a la presidencia de lo que todavía era sólo un proyecto. Me eligieron y me puse a llorar. Sin duda, me hizo llorar la emoción, pero ahora estoy seguro de que era también por un temor imponente a lo que se me venía encima.
Firmé la fundación de la Asociación Amigos del Carnaval. Necesitábamos una sede y conseguí que el pintor Paco Morenno nos alquilara un local que tenía en la calle Zamarrilla, un local que hubo que reformar y me vi trabajando de albañil, carpintero, herrero, pintor y no sé cuántos oficios desconocidos, con la ayuda de varios carnavalistas, principalmente un miembro entrañable de la peña La Biznaga que se llamaba Manolo Gallego.
Trabajé varios meses durante los que también tenía que pedir dinero a mi banco de Nueva York, hasta que mi economía personal flaqueó.
De todos modos, seguíeln proceso fundacional en el que entró a mi lado un personaje fundamental, un señor llamado Palomares sin el que yo no habría podido cumplir ningún cometido como presidente, porque no conocía en absoluto el ambiente peñista ni sus implicaciones. Se inauguró la sede y así se puso en marcha la infraestructura del carnaval. El alcalde incumplidor acudió pomposamente a la inauguración, porque a la hora de hacerse una foto, se apuntaba a un bombardeo. Pero yo sabía ya que su asistencia no significaba que el Ayuntamiento fuera a soltar la guita, ni que el Carnaval estuviera realmente en marcha.
Seguí afanosamente en busca de un presidente que le diera lustre a la organización, dispuesto a dimitir en su favor. La ofrecí la presidencia inclusive a uno de los que me habían acompañado en la convocatoria del Pepeleshe, pero se rió de mí, se burló y me dijo que ni muerto. También se la ofrecí a María Pepa Estrada, que también se rió aunque no se burló de mí como el otro, porque era una gran señora.
La cuestión era que los Amigos del Carnaval no tenían el peso que consideraba necesario. Hablaba mucho de estos problemas con el entonces director del diario SUR, un hombre que entendía muy bien Málaga y creía en sus posibilidades inexplotadas. En una de las charlas con él, surgió la idea de ofrecer una presidencia honoraria a alguien muy importante a escala nacional. Mendigué unos días en busca de contactos. Le ofrecí la presidencia de honor a la Reina Sofía. Me respondió una secretaria diciéndome que sus muchas ocupaciones se lo impedían.
Pero resultaba cada día más claro que yo había hecho ya todo lo que cabía en mis fuerzas, así que la cuestión se convirtió en una necesidad urgente. Tenía que encontrar un "cómplice" que impresionara a la ciudad en conjunto y nos ganara el respeto a los carnavalistas. Así que, usando contactos del periódico donde trabajaba, le ofrecí la presidencia de honor a la duquesa de Alba. Ignoro cómo conseguí el número de teléfono, pero la cuestión es que hablé personalmente con ella. Hace un par de años, siendo presidente en Madrid de una gran peña periodística, traté de conseguir el medio de hablar con la duquesa y no lo conseguí.
Sin embargo, entonces si pude. Me dijo que aceptaba la presidencia de honor, pero que no esperase ayuda económica por su parte, porque "yo no tengo mucho dinero". Entonces le pregunté si al menos vendría a tomar posesión y respondió que sí. Acordamos que la llamaría para comunicarle la fecha.
Feliz por el éxito, comprendí que había que organizar un acto muy rimbombante y lujoso, confiando que con el gancho de la duquesa acudirían todas las fuerzas "vivas" de Málaga, lo que me ayudaría a ganar sus voluntades para el carnaval. Un acto que tenía que ser muy pomposo y noticiable, para el cual no disponía de dinero. No tenía dinero para ello en absoluto; mis ahorros se habían acabado. Entonces, de nuevo, el director de SUR me sugirió organizar un espectáculo para recaudar los fondos necesarios.
¿IBA A MALOGRARSE LA ASOCIACIÓN PORQUE YO NO ERA CAPAZ DE LLEVARLA ADELANTE?
Conseguí que la Diputación me prestara la Plaza de Toros para un festival pro carnaval.
Supuestamente iban a actuar todas las murgas, pero había que complementarlas con artistas destacados. Conseguí que prometieran su participación la Niña de la Puebla e Imperio Argentina, y algunos otros artistas. Imperio Argentina me PROMETIÓ que asistiría y hablaría a favor del carnaval, pero no cantaría. La verdad es que a aquellas alturas de su vida cantaba menos que un grillo en el polo norte. El día del acto de la plaza de toros empezó muy mal para mi salud. Imperio Argentina me comunicó que estaba resfriada y no podía recorrer los veinte kilómetros que había desde su casa.
La asistencia de público fue mínima. Sí cantó la Niña de la Puebla y no recuerdo quiénes más, porque empecé a descomponerme. Un malestar, que por la tarde llegó a convertirse en conato de infarto cardíaco. Al día siguiente, presenté mi renuncia a la presidencia.
Ahora, en este 2009, con lo pasado, pasado, Con lo que el Carnaval de Málaga ha crecido, todo en esta historia parece agua de otro tiempo.
Lo que hace falta en el día de hoy... es que vengan los duques y las marquesas, los condes y las condesas. Venid, Artesanos, arrumbadores y estibadores. Congregaos, Bodegueros y herreros. Seguid la tradición, Vinateros y hortelanos. Que vengan los malagueños, los malacitanos y los almalacíes, y que venga el mundo entero. ¡A transgredir las normas tocan! Que los hombres sean mocitas postineras y las mujeres, caballeros galantes. Que los ricos sean esclavos y los siervos, señores.Desterrad de vuestras mentes las barreras del aburrimiento. Venid y reíd, que ya empieza el Carnaval de Málaga.
© LUIS MELERO